CAPITULO 1: ONTOLOGÍA DEL TERRITORIO (FRAGMENTO)*

CAPITULO 1: ONTOLOGÍA DEL TERRITORIO  (FRAGMENTO)*

Por: Japhet Torreblanca

 

Pero, ¿Porque referir el territorio como modelo de abordaje a las cuestiones más fundamentales de la filosofía?  Al parecer de pensadores como Gilles Deleuze, de quien nos ocupamos puntualmente en este estudio,  o aún de algunos más contemporáneos como Jocelyn Benoist, Brian Buchanan,Mark Bonta o John Protevi,  los modelos usados para tratar el espinozo problema que plantea la filosofía más fundamental, la ontología, que se interroga sobre los modos del ser, de la sustancia o aún de la materia para la ontología especial, no pueden aplicarse efectivamente desde la imagen que hasta ahora nos ha propuesto la tradición de pensamiento filosófico más extendida –quizas por lo impositiva- en la historia, sino más bien por  un tipo de empirismo de conexiones que busque situarse en el “y”, es decir en el medio de lo que nos fuerza a pensar y el pensamiento, donde la forma de individuación, de lo óntico, fluctua a consecuencia de ser efecto de esa continuidad conectiva, de ensamblaje y  a la vez disyuntiva, determinada por la permanente interacción vibratil de la materia: la duración.

 

En la actualidad diversas nuevas lecturas en filosofía y ciencia, han replanteado en términos y con metáforas espaciales esos problemas fundamentales. Más que desplazados,  han sido redefinidos. Por ejemplo la ciencia biológica desde George Simondon, a quien Deleuze sigue recurrentemente en su obra, reposiciona la discusión sobre el ente (metafísica medieval)  ó la subjetividad (idealismo alemán) como una discusión sobre los diversos modos de individuación, ya sea organica, inorgánica o aun psíquica.

Tal reposicionamiento se sirve de modelos geoestratigraficos para explicar la constitución y reorganización de las individuaciones, o mejor decir las territorializaciones y reterritorializaciones de las experiencias en un entramado infinito de relaciones en el que acontecen. Por eso las individuaciones ónticas deben entenderse como dependiendo de ensambles multiples que los constituyen y varian,  sin los que no seria posible individuación alguna. 

1.1. La territorialidad física 

Ahora, me gustaría tomar de  la mecánica ondulatoria del  novel de física Louis de Broglie -a quien Simondon y Deleuze  siguen a su vez- dos elementos de  interés,  que se cruzan con las cuestiones fundamentales de la filosofía y la ontología y que  usaré para insinuar  algunas especificidades de base de éste ya no tan incipiente giro al  modelo geofilosófico.

 Por un lado nos dice Broglie, existe una continuidad del espectro de todas las frecuencias conocidas, desde las ondas herzianas, los rayos infrarojos, lo
s rayos gamma, los rayos x, etc., continuidad donde  las frecuencias reverberan en toda la materia y donde en ese continuum material absoluto el carácter de las interacciones  oscila entre la tendencia al equilibrio que organiza el paso de dichas frecuencias entre los corpúsculos y el caos comunicativo en la materia, una variabilidad de lo individuado en el “y” de lo corpuscular y las frecuencias interactuantes.

 Aquí es importante para aclarar lo fundamental de la referencia, sumar además la noción de complementariedad Brogliana (bastante útil desde la aproximación biologista al problema de la individuación y también para la creación deleuziana de conceptos como territorialidad o acoplamiento maquinico) que explica como veremos susintamente,  la complejidad o complicatio previa implicada en la prolongación de la energía, la tendencia a la estabilidad, las frecuencias y los diversos espectros dentro del estado de los corpúsculos.

Se traducen también así las realidades individuales o corpusculares  en niveles de energía, de onda, en un equilibrio precario en el limite corpuscular u ondular (un tipo de territorialidad reconstituible que tiende al equilibrio).

 El doble aspecto de la complementariedad implica además fundamentalmente que las particulas elementales al comportarse como particulas tengan  un ser asociado como onda y que al comportarse como ondas tengan viceversa,  un ser asociado como particula. Estructuras variables entonces, de las individuaciones particulares y la energía, determinadas por un paso contingente entre los dos estados, casi a la manera de un contagio, de una epidemia, que afecta y pone en riesgo un medio ya contituido, forzándolo a reordenarse o reterritorialzarse.

 Lo que supone éste giro aproximativo sobre las cuestiones  fundamentales de la antigua filosofía no es insignificante: le aporta nuevas herramientas para pensar el acontecer, el ser, el ente, la mente y diversos otros temas afines a su ejercicio, pero además fundamentalmente replantea el problema desde una base inmanentista. Por ejemplo, en el establecimiento de relaciones métricas espacio-temporales como en el campo ondulatorio, en todos los casos están presentes un termino continuo y otro discontinuo, donde se juegan las territorializaciones y desterritorializaciones consecuentes a los principios de complementariedad y continuidad que señala Broglie.

 La individuación Simondiana de base Brogliana (ya sea  organica, no organica o psíquica) refiere el problema de lo óntico desde un modelo espacial que llamaremos geofilosofico siguiendo las posteriores síntesis conceptuales de Deleuze, abocado al estudio de las posibilidades de toda experiencia de mundo, en relación con el sustrato material del que proviene. 

Ahora, toda esta apuesta en Deleuze no deja de ser una metafísica y a su vez una ontología, claro que con una manera nueva de entender la dinámica  de lo que desde la filosofía medieval hasta Heidegger se ha venido a llamar equivocamente el “ser”, por lo que se hace urgente a la vez la necesidad salvadora para la filosofía de su extinción.

 La geofilosofía solo acepta la forma como un limite de actualización constantemente variable y sujeto a modulación, oponiendose al hilemorfismo arraigado en el pensamiento occidental donde la forma trascendente se imprime sobre la materia formandola, valga la redundancia. Los individuos se constituyen como singularidades polarizantes dice Simondon, con una determinada cualidad estructural a la que podríamos llamar forma (que determina sus condiciones topológicas) y una cualidad de sistema (la cual determina las condiciones de distribución e intercambio de energía sobre esos topos o territorios).

 De lo dicho habría que inferir concluyentemente la emergencia de los modos de vida de un acontecer irruptivo de lo que es, que no hace espacio para hacer mientes sobre el origen primero, pues no se puede tomar el asunto más que empezado, donde lo único que hay  para reflexionar o estar, son las diversas maneras del acontecer, ya sea  biológico, geológico, ontológico.

 La cuestión común y primera es  replanteada inevitablemente, pues no sirve para responder al hecho de la existencia tal como nos es puesto delante, planteamiento  formulado todavía bajo el velo trascendente y teológico del que buscamos hacer distancia, pues no es de antes de la vida que se pueda verificar la aparición de la vida, no es de antes del existir que se verifique la existencia.

 Es el hecho, la vida, de lo que tenemos que partir para  pensar los modos que son su forma de aparecer. Reformularemos la pregunta multiplicando  la atención sobre los modos del acontecer. Por ejemplo nos son más útiles  interrogantes como: ¿Cuáles son las condiciones en que se produce una vida o una estratificación? ¿Esta es independiente de la materia en la que se estratificó? ¿Qué condiciones permiten que se forme un hábito de existencia de la materia y como es que el hábito se cambia a sí mismo, es decir a su existencia? 

 Es ahí que la territorialidad, y la  geofilosófia convertida en  modo expresivo de esta condición, en estilo,  aparece para señalarnos el medio o pliegue, el Outlandish  en el que somos y hacemos nuestros mundos, para señalarnos también que estas experiencias de realidad o territorialidad son inmanentes a un infinito  “caosmos” como dice Deleuze, las que devienen con un plano super-poblado de fuerzas, de afectos, de perceptos y más.  

 Todo devenir, todo darse del ente en el mundo, toda estratificación material, es  territorial y se caracteriza por las múltiples líneas de fuerza de las que está lleno su plano y en el que es inmanente (posición intermedia que dará inicio a esta reflexión). Fuerzas centrifugas (territorialización) ó excéntricas (desterritorializacion) despliegan por así decirlo,  toda una física de las intensidades creadora de las diferencias.

* El fragmento que compartimos a continuación hace parte del primer capitulo de la Geofiloofía de G.deleuze, aun inedito).

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