LA NOCIÓN DE PACHA Y SUS IMPLICANCIAS ONTOLOGICO-POLITICAS EN EL MUNDO ANDINO CONTEMPORANEO/Por Alko Hamutaq (Primera parte)
En el Perú contemporáneo conviven
diversas maneras de entender la vida, cosmovisiones, lenguas, prácticas económicas y expresiones culturales
varias. Esta convivencia un tanto superpuesta, aglomerada, está plagada además desde
ya tiempos coloniales de diversos conflictos, los que se reproducen aun en la actualidad con sus propias
características epocales entre la mirada modernizadora de las políticas
estatales y las persperctivas de mundo que muchos de los pueblos conocidos como
indígenas oponen a lo que consideran un tipo de violencia asimilacionista
promovida desde el estado moderno y las instituciones de mercado a las que él
es sumiso.
Ahora, la constitución de estas diferencias de mundo o cosmo-visión (aspecto que a nuestro entender supone la clave para una posible resolución de los conflictos y contradicciones actuales) hace objeto de un campo de estudio llamado ontología, que pocas veces es convocado por sociólogos, antropólogos o historiadores para ayudar a resolver los problemas planteados por esta interacciones conflictivas, campo que decanta además inevitablemente también en el de lo político.
Lo que no significa que este singular
tipo de reflexión sea nulo en nuestro medio, tal es así que en los últimos años
han aparecido en el Perú diversos trabajos que replantean la cuestión en
términos de una ontología-política, la que busca en primer lugar aclarar los puntos de partida y
los presupuestos de sentido constituyentes de las experiencias de mundo
entendidas como no-modernas.
Es en ese sentido que la antropóloga
peruana Marisol de la Cadena modificando una tesis de Jacques Ranciere sostiene que lo que
caracteriza los desencuentros entre el estado moderno y los por él llamados
indígenas, se juega en una dimensión ontológico-política, donde se reparte lo
sensible propio a cada diferencia colectiva y se establece lo que es real y
posible en cada experiencia.
De la Cadena agrega además a ésta
tesis una dimensión histórica
característica de lo occidental-moderno, mediante la cual se hace efectivo su
poder ontológico, es decir el poder de establecer lo que es real y posible
mediante la narración histórica. Huella o marca que define en el formato rígido
de los textos históricos y las leyes lo que tiene un sentido o no, estableciendo
en consecuencia un límite excluyente de todo aquello que no coincide con su
propia manera de repartir lo sensible, es por esto que propone un pensar
no-histórico de lo andino, apuesta de la que tomamos distancia aquí y que
discutiremos más adelante.
Sostiene además que es la división
entre naturaleza y cultura la que define en gran medida el modo especifico de
esta controversia, pues es de notar para el caso que analiza en el ande
cusqueño, que ahí radica quizás la causa más profunda del equivoco mutuo. A
grandes rasgos la misma controversia
también se puede esquematizar como la diferencia ontología entre una
visión trascendente (moderna) y una inmanente (amerindia).
Y es aquí donde juega un papel
fundamental para nuestro acercamiento la noción de pacha, que define como
señalan algunos especialistas, una experiencia en la que tiempo y espacio se
dan imbricados en un mismo acontecimiento (Manga Quispe), lo que como acabamos
de decir, debe entenderse como una modalidad de inmanentismo andino, pues
además se concibe este venir a darse de pacha como ese acontecer de un cosmos
continuo (Zenon Depaz), en el que todas las entidades formadas en él, todas las
ontogénesis diríamos, están relacionadas entre sí de un modo no jerárquico a
priori, sino (y esa es otra particularidad amerindia) de un modo social, que
como diría también Viveiros de Castro es constitutivo de lo que él llama una
socialidad-cósmica.
Partiendo de algunas reflexiones
actuales en torno a este concepto espacio-temporal, un tanto hegemónicas, y con
las que disentimos en parte (la mayoria influenciadas fuertemente por el
estructuralismo), se ha querido extraer lo que se considera sus políticas
consecuentes, las que a mi entender reducen y soslayan el papel de la
expresividad ontogenesica andina, reduciendo así su actuar dentro de los
rígidos límites lingüísticos del símbolo y el mito.
Desde mi postura la historia como
ejercicio de trazado, de huella y expresividad, efectuada a cabo por cada
pueblo o cultura, no implica exclusivamente los medios que lo occidental
utiliza para su constitución. Hay
también un tipo de escritura de la historia (y en esto nos distanciamos de Marisol
de la Cadena acercándonos a Cornejo Polar) que como trazado de la identidad
colectiva supone una producción abierta y menos rígida que el de la sempiterna
escritura y su logos.
Esta forma de trazado es para el objetivo
específico que nos convoca: la danza andina, un tipo de escritura corporal que
permite la reconstrucción constante de la historia por parte de la población
que participa en los rituales danzisticos, es decir en la creación e
interpretación del contenido y del sentido de sus hechos colectivos, lo que en
la perspectiva modernizante es un derecho exclusivo -el de establecer la
historia oficial- de los especialistas legitimados por el estado.
La danza ritual, de efectos
manifiestamente políticos como en el taqui onqoy, se vale además de una gama
distinta y mayor de efectos expresivos, que no pueden circunscribirse como
algunos quisieran al exclusivo campo de la lingüística y lo significable.
Siguiendo algunas lecturas de Jean Luc
Nancy sobre la danza, ésta haría parte de una intensificación colectiva de las
fuerzas que habitan el cosmos, dice él en sus estudios dedicados al tema, que
algunas culturas llevan a cabo un tipo de intensificación ontológica mediante
la danza, usando el cuerpo como un medio para influir sobre el reparto de los
sensible, sobre la capacidad de afectar y ser afectado. En suma una política
del cuerpo que depende de una dimensión ontológica particular y que define los
contornos de esa parte visible que llamamos por eso justamente cosmo-visión.
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