Primera entrega Por: Alko Hamutaq
ONTOLOGÍA ANDINA Y MULTIPLICIDAD
Antes de referirnos a los antecedentes reflexivos sobre
el asunto que nos convoca nos es necesario precisar que la intención de este estudio no es la de
hacer arqueología o exhumación de la
expresividad cultural andina para de ahí extraer una filosofía u ontología en
el sentido occidental (De paradigma griego), lo que se hizo siempre que se
habló acerca del tema entre nuestros pensadores, sino la de ver si es posible
pensar la filosofía o la ontología de un
modo no-occidental, es decir que en base a los datos arqueológicos, lingüísticos
e históricos, puédanse concebir modos distintos de sistematización de la
realidad, que aunque no coincidan con la concepción restringida y atemporal de
entender la filosofía, hegemónica hasta ahora, planteen cuestiones a ella misma
respecto a su propia identidad reflexiva, su historicidad y también a su
marcado etnocentrismo actual.
Por ello buscaremos ir más allá de la interpretación
multiculturalista que refiriéndose a ellas como cosmologías, desvaloriza la
producción cultural de las demás civilizaciones humanas (China, África, India y
Andina), pues según este punto de vista, estas no tienen el carácter sistemático
que hace a la filosofía, como si no fuera posible pensar con otros sistemas
comunicativos y sobre otros principios que los de la metafísica occidental, y
más aún como si no fuera posible que la filosofía se transforme en su historia
por el contagio con otras civilizaciones y formas de pensar, como de hecho a
acontecido.
El problema que nos convoca por eso no está al inicio de una discusión (Que entendemos absurda y ya bastante desgastada) sino en el medio de ella, pues los conceptos que discutiremos en adelante hacen parte ya del trabajo positivo de sistematización actual de la reflexividad andina, que aunque bastante reciente cuenta con el compromiso intelectual de autores como Zenon de Paz, Victor Mazzi y Marisol de la cadena, a quienes tenemos como los precursores intelectuales de la presente apuesta.
Autores estos con los que sostendremos una discusión que nos
permita reconocer ciertas taras interpretativas que pesan sobre sus trabajos,
sometidos aun a la influencia, para nosotros perniciosa, del estructuralismo y
la dialéctica, aun en sus nuevos formatos, para pasar luego a delinear desde
una teoría de las multiplicidades (Deleuze y E. Manga Quispe) lo que podría
llamarse “ontología andina”.
1.1.2.
POSTURAS SOBRE EL PROBLEMA
Aunque es posible referir diversas propuestas
interpretativas sobre el pensamiento andino a lo largo del siglo xx, están no
atienen al problema específico que nos convoca, pues todas ellas están todavía
abocadas a una discusión sobre la posibilidad de atribuirle carácter de
sistematización filosófica siempre comparándolas con el paradigma occidental en
el que se ha querido circunscribir esta práctica.
A estas las llamamos, siguiendo la clasificación del
filósofo Victor Mazzi, respuestas del “Universalismo asuntivo”, que él define
como:
“Un enfoque meta-filosófico que concibe la filosofía como
universalidad de la cultura humana que tiene su origen en la tradición
occidental, desde la cual se hace descender sus productos reflexivos a otros
conjuntos humanos”.
Por otro lado tenemos lo que él mismo autor llama “autoctonismo
positivo”, en el que:
“Se manifiesta una reafirmación de los productos
culturales que han emergido en la propia evolución cultural y que pueden
prolongarse como tradición cultural dentro del pensamiento reflexivo.
Representa un proyecto para el rescate y revaloración del pensamiento autóctono
edificado como aspecto concurrente de la cultura universal” (Mazzi, pg41).
El problema es que este enfoque es escaso en referencias
a fuentes documentales de primera mano cómo abundante en aplicación de modelos
epistemológicos que presuponen una ontología aristotélica sin explicitarla, de
la que hacen mera aplicación para lograr sus aparentes fines afirmativos.
La búsqueda de una ontología andina, entendida en su
pleno sentido, es realmente algo novedoso, pues delinear la sistematicidad de
lo que aun no ha sido pensado, implica la invención de nuevas categorías y
dinámicas sistémicas sobre la realidad.
A este trabajo se han abocado recientemente pensadores como Zenon de Paz y Victor Mazzi, aunque con ciertos sesgos estructuralistas, y la antropóloga de la Universidad de Berkeley Marisol de la Cadena, más afín al deconstruccionismo derridiano.
Será en torno a estas últimas posturas que llevaremos a cabo
nuestro recorrido sobre la discusión acerca del modo en el que es posible una
ontología andina (Objetivo del presente estudio), a las que opondremos una teoría
de las multiplicidades, extraída de la lectura del trabajo del etnólogo cusqueño
Eusebio Manga Quispe sobre Pacha y del filósofo francés Gilles Deleuze sobre el
devenir temporal múltiple.
1.1.3.
CARACTERISTICAS O RASGOS DEL PROBLEMA
En el Perú contemporáneo conviven diversas maneras de
entender la vida, cosmovisiones, lenguas, prácticas económicas y expresiones
culturales varias.
Esta convivencia un tanto superpuesta, aglomerada, está
plagada además desde ya tiempos coloniales de diversos conflictos, los que se
reproducen aun hoy en la actualidad con singulares características
acontecimentales é históricas.
Desde los presupuestos del presente abordaje, que
explicitaremos en el desarrollo, las perspectivas ontológicas son inmanentes a la mirada
modernizadora de las políticas estatales como también a las visiones de mundo
que muchos de los pueblos conocidos como indígenas en el Perú oponen a lo que
consideran una violencia asimilacionista, promovida desde el estado moderno y
las instituciones de mercado a las que él es sumiso.
Ahora, consideramos que la constitución de estos
conflictos y/o diferencias de mundo, asunto que nos remite inevitablemente a la
política, son más que el objeto, un problema que se fundamenta en la
metafísica, puntualmente en su forma conocida como ontología.
Problema que quizás por no ser considerado dentro del
régimen de sentido de la mayoría de discusiones en la investigación social y
económica, muy pocas veces es convocado también en los debates políticos contemporáneos
generados por estas disciplinas.
Lo que no significa
que un tipo de reflexión ontología sobre esto sea innecesaria, todo lo
contrario, tal es así que en los últimos años han aparecido en y fuera del Perú,
diversos trabajos que han replanteado la cuestión en términos de una
ontología-política, la que busca en
primer lugar aclarar los puntos de partida y los presupuestos de sentido
constituyentes de las experiencias de mundo entendidas peyorativamente como
no-modernas.
Es en ese sentido que la antropóloga peruana Marisol de
la Cadena modificando una tesis de
Jacques Ranciere sostiene que lo que caracteriza los desencuentros entre
el estado moderno y los por él llamados indígenas, se juega en una dimensión
ontológico-política, donde se reparte lo sensible propio a cada diferencia
colectiva y se establece lo que es real y posible en cada experiencia.
De la Cadena subraya además con ésta tesis la dimensión histórica característica a lo
occidental-moderno, en la cual se hace efectivo su poder ontológico, es decir
el poder de establecer lo que es real y posible, efectivo mediante la comunicación escrita en
la narración histórica.
Huella o marca que en el formato rígido de los textos históricos
y las leyes, define lo que tiene un sentido o no, estableciendo en consecuencia
un límite excluyente de todo aquello que no coincide con su propia manera de repartir
lo sensible, por lo que propone un pensar no-histórico de lo andino, apuesta sobre
la que reflexionaremos más adelante.
Sostiene además que es la división entre naturaleza y
cultura la que define en gran medida el modo especifico de esta controversia,
en la que radica quizás la causa más profunda del equivoco mutuo. A grandes
rasgos la misma controversia también se
puede esquematizar como la diferencia ontología entre una visión trascendente
(moderna) y la inmanente (amerindia), las dos como constructoras de estos
límites que definen el uso cultural de la primera persona del plural, el “nosotros”;
y que agregan ó excluyen lo que es digno de llamarse humano, civilizado o no.
Aquí es donde juega un papel fundamental para nuestro
acercamiento la noción de pacha, que refiere como señalan varios especialistas,
una experiencia en la que tiempo y espacio se dan imbricados en un mismo
acontecimiento (Manga Quispe), lo que podría entenderse como una modalidad de
inmanentismo andino, donde además se concibe este venir a darse de pacha como
el acontecer de un cosmos continuo (Zenon Depaz), en el que todas las entidades
formadas en él, todas las ontogénesis diríamos, están relacionadas entre sí de
un modo no jerárquico a priori, sino (y esa es otra particularidad amerindia)
de un modo social, que como diría también el antropólogo Eduardo Viveiros de
Castro, es constitutivo de una socialidad-cósmica.
Partiendo de algunas reflexiones actuales en torno a este
concepto espacio-temporal, un tanto hegemónicas, y con las que disentimos en
parte (la mayoria influenciadas fuertemente por el estructuralismo), se ha
querido extraer lo que se considera sus políticas consecuentes, las que a mi
entender reducen y soslayan el papel de la expresividad ontogenesica andina,
reduciendo también así su actuar dentro de los rígidos límites lingüísticos del
símbolo y el mito.
Desde la postura de esta investigación la historia de toda cultura supone un
ejercicio de trazado, de huella y expresividad, de metafísica, efectuada a cabo
por cada pueblo o cultura y no implica exclusivamente
los medios que la cosmovisión occidental ha utilizado hasta su forma actual
para buscar constituirla universalmente, referencia a esto es también el
estudio de Mazzi respecto a los sistemas comunicativos.
Y es que hay también un tipo de escritura de la historia
(y en esto nos distanciamos de Marisol de la Cadena acercándonos a Cornejo
Polar) que como trazado de la identidad colectiva supone una producción abierta
y menos rígida que el de la sempiterna sujeción al símbolo, la escritura y su
logos.
En ese respecto, no nos queda más que preguntarnos: si ¿será posible una descripción ontológica de lo andino, de la que podamos a su vez extraer implicancias políticas? En adelante esbozaremos solo el punto de partida, de lo que buscaremos desarrollar en posteriores avances.
De la metafísica a la ontología
Aristóteles, describe
la metafísica como el estudio de la infinita diferencia en la que el ser
se da a sí mismo, y como filosofo realista que era, supone este ser como capaz
de existir por sí, independientemente del contenido de la mente humana.
Ahora, como sostiene muy bien otro autor, más bien
contemporáneo, dedicado a este esclarecimiento, Maurizio Ferraris, quien dedica
un ingenioso libro a la historia y actualidad de esa ciencia primera, y a quien
seguimos en este respecto (junto a otros autores contemporáneos, entre los que
destacan para los intereses del presente trabajo Henri Bergson, Gilles Deleuze
y Manuel de Landa): la asimilación de la metafísica a la ontología es la decisión que mejor se
aviene frente a la creciente implicación actual entre el mundo de la física y
el mundo de la vida.
Del libro de Ferraris traducimos algunos fragmentos que
serán de suma utilidad para apoyar nuestra afirmación de partida:
“(…)
la metafísica sirve para clasificar y explicitar (el ser), así como la física
sirve para explicarlo a través del reconocimiento de causas en un contexto
empírico. Y es así como se define en los libros colocados después de los de
física aristotélica (no hay que olvidar que este título no es
original, sino que se deriva de la clasificación de los textos esotéricos
propuestos en el primer siglo a. C. por Andrónico de Rodas[1]):”
Más adelante nos dice el mismo
autor siguiendo a Aristóteles, que: “el ser se dice de muchas maneras y estas
además tienen un significado en común, el que se refiere a las propiedades que
trascienden cada investigación particular de esas distintas maneras, como
también de las entidades que son cercanas en algunos aspectos (los estudios de
matemáticas se hacen desde el punto de vista de la cantidad, los de la física
bajo el de la naturaleza, etc)”.
Hasta cierto punto esta
aclaración podría parecer ociosa e innecesaria, pero es justamente por destacar
la centralidad en “la ciencia primera” que tienen los diversos modos de
realidad en los que el ser se da y ya no la de la posibilidad o existencia de
realidades trascendentes, que la consideramos de suma utilidad.
Vamos de esta manera de la
afirmación del “Ser” con mayúsculas a la de lo que es de infinitos modos, es
decir de la metafísica entendida como el estudio de lo trascendente a la
ontología como el estudio de los diversos modos de ser en la realidad, de constituir
un mundo.
Y aunque aun así se trata de
establecer los principios generales de esta diversidad del darse del ser en los
entes, pues de eso depende el carácter primerísimo de dicha ciencia, la preocupación ontológica pone aquí los pies sobre la tierra.
Consistiría esto por sobre todo
en clasificar sistemáticamente las condiciones acompañantes del acontecimiento
(becoming), del venir a ser con todo lo que esto implica, por ejemplo que las
sistematizaciones de alcance general sean falibles todas en la medida en que
son inmanentes también a ese mismo acontecer.
De ahí que vemos posible una
diversidad de descripciones y sistematizaciones metafísicas o mejor dicho
ontológicas, sobre la realidad, ya sea dentro de las tradiciones occidentales
(materialismos, idealismo, correlacionismo, etc.) como fuera de ellas (India,
china, amerindia, etc).
La ontología así definida
buscaría antes esclarecer las equivalencias generales desde las diferencias
propuestas por cada sistematización, comparar categorías fundamentales a estas
sistematizaciones para de ahí explicitar la posible generalidad común a todas,
lo que para muchos autores, no iría más allá del reconocimiento de ciertos
tópicos problemáticos compartidos, hecho que para el presente trabajo que
sostiene la supervivencia de la ontología más allá de los limites
greco-judeo-latinos, es de suma importancia.
Sobre esta base interpretativa respecto a la metafísica
es que partimos para desarrollar la presente investigación. Sometemos al
juzgamiento de los resultados que esta investigación pueda aportar el hecho
necesario de que la discusión sobre esta asimilación entre metafísica y
ontología se sostenga en una escueta discusión.
Nuestros presupuestos implican la asunción del estudio
ontológico como investigación sobre los
diversos modos de realidad que se dan en el ser, como es lo que suponen los
principios de la metafísica aristotélica.
Se abre así la posibilidad de hablar desde ahí de
realidades sociales, experiencias de sentido constituidas en la conformación
del nosotros colectivo que a la vez comparté y sostiene regímenes de sentido
desde los que se establece lo que es posible o no en el mundo.
[1]
Aventuramos un somero comentario que tentaría explicar el hecho de que la
ciencia primera Aristotélica haya sido en un tiempo -lo que jugó un papel
también en su descredito moderno- circunscrita al estudio de realidades
trascendentes: En primer lugar está el rol que tuvo la atribución del título de
“metafísica”, por demás controversial. Y por otra parte también tenemos el
papel que en la propia sistematización ontológica Aristotélica desempeñan
nociones como identidad y esencia, que como presupuestos implícitos de todas
las ontologías posteriores, tendieron a disponer a las interpretaciones como a
sus fines a un más allá del mundo material (Sustancia).
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