GEOFILOSOFIA DELEUZIANA (BREVE PRESENTACIÓN)

       Por: Japhet Torreblanca Del Carpio

 A decir de Francois Zourabichvili en su libro sobre la filosofía de Deleuze: “el problema más general del pensamiento es quizás el de su necesidad. No por eso la necesidad de pensar, sino la de cómo arribar a un pensamiento que pueda llamarse necesario. Puede verse claramente, que la filosofía |en la historia supuso también ésta correlación entre el pensar y la necesidad: el pensamiento no elige lo necesario, pues es preciso que lo que piense no dependa de él en absoluto” (Zourabichvili, 2004, pg 16). En suma diríamos que  experienciar  es algo sobre lo que no se puede elegir.

        Esta dimensión necesaria del experimentar que no depende de nosotros tiene características que definen y determinan aspectos del “ser” y su investigación desde la metafísica clásica hasta la ontología actual, determinando nociones como identidad, unidad, independencia absoluta, etc.

     En un cierto sentido siguiendo a Bergson y  a mi entender a Deleuze,  la que es mi  tesis de partida, podría decirse que la metafísica coincide plenamente con la filosofía tomada ésta en su total amplitud, pues al estudiar la metafísica la naturaleza, estructura y constitución de la realidad, aspectos como el valor, el conocimiento, el razonamiento verdadero, etc., que son objeto de estudio de la filosofía empiezan a hacer  parte también del estudio de la realidad por parte de la metafísica y viceversa.

       Ahora, aclaremos que su indagación y su finalidad suponen en un sentido vulgarizado de esta disciplina el develamiento de lo que serían en última instancia nociones como esencia y verdad, objeto fundamental de la crítica Deleuziana a la que llamó imagen dogmática del pensamiento.

        Pero también un sentido más particular y que nos interesa fundamentalmente en este plegamiento de campos, uno en el que se define a la metafísica como el estudio del “qua ser”, es decir el de las características más generales y necesarias que cualquier cosa ha de tener en orden a ser algo, es decir una entidad, un ente.

        Luego nos dice Zourabichvili(2004) en su texto:  “que  el problema del pensamiento en Deleuze no es el ser, sino la experiencia”. Lo que supondria en su lectura una ruptura aparente con la metafísica;, de acuerdo, pero aclaremos que en el sentido explicito de tomar distancia respecto a la posibilidad de adecuación, de verdad, entre la representación y el afuera.


        Deleuze abandona la doctrina del ser que se realiza por aplicación adecuada de la representación en búsqueda de que lo que en sus propias palabras él mismo llamo “la extinción del nombre del ser y quizás por ahí la extinción también de la ontología”, abriendo el camino a una filosofia intensiva y no representativa que no deja de ser a su vez como señala Zourabichvili una filosofia del acontecimiento, del devenir, del tiempo y de  su ausencia de  totalidad y unidad pero también inevitablente filosofía de los modos que son posibles en el acontecer, de sus ontogenesis,  de su experiencia de mundo. Es por eso una ontologia radicalizada, orientada a la multiplicidad del afuera, de las perspectivas no solo linguisticas o humanas.

        Ahora bien, aunque Zourabichvili está en lo cierto al señalar esta diferencia fundamental entre la ontología metafísica de la que Deleuze toma distancia y su propia teoría, habría que decir que más que la extinción o el abandono directo de la disciplina, hay en esta apuesta filosófica una radicalización de la ontología , baste solo recordar el uso que hace Deleuze de la tradición ontológica medieval original y de Duns Scoto, en nociones como la de univocidad del ser, aplicadas a la misma empresa critica de destronamiento metafísico.

        Esta búsqueda de superación de la ontología mediante su radicalización desembocó en  Deleuze en la experimentación, práctica  a su vez consecuente con esa primera inspiración que movia tamién a su pensamiento y a la filosofía, la de pensar lo necesario. Y es justo en el empirismo de Hume y “la necesidad de pensar las condiciones de la experiencia que no sean más amplias que lo condicionado ” donde  encuentra su primer compañero de viaje fuera de las tierras de un pensamiento del ser.

    Desplazamiento hacia la experiencia que consiste en Deleuze en una lectura radicalmente renovada del empirismo, al que agregará el epíteto de “trascendental” en su conocida monografía sobre Hume, reposicionando  así la necesidad de inventar un experimentalismo que parta de preguntarse sobre estas condiciones no trascendentes, no más amplias que lo que las condiciona.

En ese sentido, nos dice Deleuze (1977)  en Empirismo y subjetividad que:    

        “Al hacer de la representación un criterio, al poner la idea en la razón, el racionalismo ha puesto en la idea lo que no se deja constituir en el primer sentido de la experiencia, lo que no se deja dar sin contradicción en una idea, la generalidad de la idea misma y la existencia del objeto (…) Ha transferido la determinación del espíritu a los objetos exteriores, suprimiendo para la filosofía el sentido de la compresión de la práctica y del sujeto”.

        El  empirismo  de Deleuze buscará  posicionarse ademas sobre una experiencia  que depende de  la multiplicidad y la exterioridad de las relaciones (conexiones) respecto de los términos en ella, es decir, no ir más allá del hecho de que hay condiciones para el pensamiento,  remarcando que estas son multiples, no pensamos sin ser instados o afectados de muchas formas.

        Empirismo atento de ese ser afectado, de su ser llamado a pensar, en el esfuerzo de hacerse de  condiciones que no vayan más allá de lo condicionado y en atención a captar lo que le concierne a cada facultad de forma exclusiva y que no puede ser explicitado por el sentido común.

    Pues como él nos dice, en animo de reafirmar las conexiones entre metafisica y filosofia, como las del empirismo y la experimentación: La razón es una especie de sentimiento, y así este método de filosofía va de la ausencia de una idea a la presencia de una  impresión y su teoría de la razón va de un escepticismo a un positivismo del sentimiento”.

A. Rizoma

    El sistema del que se vale nuestro autor para captar la multiplicidad que afecta la experiencia es el rizoma, un tipo de anti-metodo que tiene el aspecto de autorizarlo todo y que a diferencia de los árboles o de sus raíces conecta un punto cualquiera con otro punto cualquiera, donde cada uno de sus trazos no remite necesariamente a trazos de la misma naturaleza sino más bien  conecta y pone en juego regímenes de signos muy diferentes y hasta estados de no-signos.

    Aun así, el rizoma no se reduce ni a lo uno ni a lo múltiple, en concordancia con el supuesto experimentalista-empirista, nos dice por el contrario que no hay nada de punto de origen o de principio primero que gobierne todo el pensamiento, pues el principio del empirismo son las conexiones o como Hume les llama asociaciones, que crecen rizomaticamente. Este origen conectivo, esta experiencia,  afectada por la diferencia y lo múltiple, pierde su carácter de a priori englobante, mientras que lo múltiple –valga la redundancia- se sustrae al dominio de lo uno para  convertirse en el objeto de una síntesis inmediata llamada multiplicidad.

     El devenir de esta multiplicidad -lo que no debemos olvidar para evitar las confusiones que son comunes sobre su obra- se localiza sobre la constitución del tiempo-espacio, donde una experiencia tal es posible como síntesis de un complejo de relaciones a las que es inmanente la experiencia misma como venimos diciendo. Situar el “Y” antes que el “ES”,  es decir, antes que  la ontología la experimentación, es esa la consigna de superación de la metafísica para nuestro querido Gilles. 

     En resumen, el giro de Deleuze en busca de esas condiciones supone la apuesta por una “ontología radical” y no su abandono, dilucidación  sobre la que no me extenderé más  aquí debido a la complejidad de su abordaje. Y si es que Deleuze como también dice Alain Badiou, identifica pura y simplemente la ontología con la filosofía, habría que agregar  que ella en Deleuze ya no parte del supuesto de un ser trascendente (que no es lo mismo que trascendental) sino de un tipo de univocidad o inmanencia del ser y la experiencia, que reposiciona el papel del empirismo, pues se trata fundamentalmente de pensar en el medio de aquellas conexiones en las que somos dados a la experiencia.

    En fin, no por esta permisibilidad aparente de lo rizomatico es que debamos suponer laxidad o falta de atención, es de otro modo esa permisibilidad su rigor, cuyo carácter destaca la necesidad de atención, de cuidado ascético, para todas las experiencias. Experiencias que en su corazón o su hueso diría para usar una expresión de la que Diógenes el perro hubiera gustado, consisten en discernir lo estéril (agujeros negros, atolladeros) y lo fecundo (líneas de fuga, nuevas conexiones). Es ahí donde el pensar conquista su necesidad y su efectividad, en el reconocer los signos que nos obligan a pensar porque envuelven lo que todavía no pensamos.

    Por eso podemos afirmar que el rizoma y su aplicación suponen una cartografia, un tipo de evaluación inmanente que se abre a un mundo de singularidades anónimas y  nomadas, impersonales y preindividuales, donde finalmente se está en el campo de lo trascendental[1]. El sentido es el espacio de la distribución rizomatica y nomada, no existe un espacio originario de las significaciones, solo territorializaciones y desterritorializaciones de sentido que reconstituyen el espacio trascendental.

B.     Conexiones

     Una conexión exige un estilo de pensamiento que hemos denominado empirista o pragmatista. El principio de tal pragmatismo se puede rastrear en las primeras proposiciones de mil mesetas, en las cuales Deleuze (junto con Felix Guattari, socio en varias inusitadas empresas de  pensamiento con Gilles) afirma que la multiplicidad  más que una cuestión de lógica, es algo que uno debe construir o hacer: Il multiple, il faut le faire.

    Siempre hay que hacer las conexiones, pues no están dadas  de antemano. Es ese el principio que Deleuze encuentra en las asociaciones de Hume, entendidas como lo mencionamos como tipos de relaciones externas a sus términos, de manera que llevan a una forma de casuística de las convenciones  o hábitos,  previos a la violencia de las parcialidades sociales.



    Conectar es operar con otras  posibilidades no dadas apriori, lo que no supone que se las puede calificar de  utópicas. Conectar es adelantarse a la búsqueda trascendental de posibilidades, lo que supone más bien una forma de creencia en el mundo. No se trata tanto de ser optimistas o pesimistas sino de ser realistas acerca de las fuerzas nuevas que aun no abarcan nuestros proyectos y programas de pensamiento, ni las maneras de pensar que los acompañan.

    Por eso nos dice también John Rajchman que para hacer conexiones no es necesario el conocimiento ni la certeza, ni siquiera la ontología, sino la confianza en que algo saldrá de todo aquello aunque uno no esté totalmente seguro de que se trata.

     A la certeza Cartesiana Hume le opuso la probabilidad de la creencia, la misma  que  Deleuze llevo consigo a la zona del suceso azaroso improbable, donde ninguna tirada de dados puede abolir el hecho de lo involuntario en la experiencia, pues como decía Mallarme: “Un golpe de dados jamás abolirá el azar”.    

C.     Inmanencia

     Deleuze regresa sobre el sustrato del continuo dado, la inmanencia,  en el que insesantemente emerge la diferencia, pues esto le  supone la clarificación de las dimensiones de experiencia actuantes y  sus gradaciones, así como las de las intensidades intervinientes de las dimensiones no experimentadas y también actuantes.

    Pues  su filosofía es una filosofía del acontecimiento, que no va del continuo único hacia lo diverso, de lo uno hacia lo múltiple, como es común bajo el pensar de los meta-relatos clásicos y también algunos más actuales, como la historia o el “socius”, del que se desprenden los sujetos para a su regreso en la reflexión confirmar la unidad e identidad misma de ese todo, y viceversa, tampoco parte de lo múltiple para confirmar una unidad sinsentido.

    Deleuze se posiciona en el medio de estas alternativas, se hace inmanente a las dimensiones que habitan el tiempo/espacio. El continum es trasnversal a la inmanencia, y debe esto tenerse siempre en cuenta, pues con él arriba la indeterminabilidad que acompaña a la irrupción de la diferencia en el acontecimiento.

    Los conocimientos orquestados en la experimentación inmanente del pensamiento Deleuziano  supusieron a su vez la aplicación de  una suerte de referencias geológicas, geográficas y más, como pliegue, desterritorialización o estratificación, o  aún ritornelo,   que son sumamente útiles  para pensar el acontecimiento (es decir el darse de la experiencia-mundo) con un empirismo o experimentalismo,  que buscaremos definir en este trabajo como Geo-filosófico.



[1] Trascendental no significa en modo alguno que la facultad se dirija a objetos  fuera del mundo sino que por el contrario que capta en el mundo lo que le concierne de forma exclusiva. Véase Le vocabulaire de Deleuze, Francois Zourabichvili, Paris, Ellipses, 2003.  Puede verse también The Deleuze Dictionary, Adrian Parr, Edinburgh University Press, Edimburgo, 2005.

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