NOUS
(Traducción)
(Tristan
Garcia/Ed.Grasset et Fasquelle, 2016)
1.
CALQUES (CALCOS)
Admitamos
que el principal sujeto de la política es el nosotros. La primera persona del
plural posee tal particularidad que contrasta con la primera del singular, pues
permite una variación permanente de actitud que puede designarte a ti, a mí, o toda
a la totalidad viviente, y aun más allá.
Imaginemos un círculo al que llamaremos el “círculo del nosotros”, representándonos su extrema contracción alrededor de nuestros más próximos, nuestra familia, nuestro clan, nuestra tribu o nuestra comunidad; o, por el contrario, imaginemos su difusión en el espacio social, incluso en el ensamblaje de otros seres sensibles, de animales y aún talvez de ciertos vegetales. A cada diámetro que aumenta o disminuye esté circulo, corresponde un estado diferenciado del nosotros. Él, existe en tanto sujeto político, que es como tal un estado de ese nosotros, es decir, de las extensiones posibles de ese mismo circulo imaginario.
Ese
“nosotros” es la forma ectoplasmática de la mayor parte de lenguas humanas, el
que puede comprender sucesivamente todo lo que se encuentra entre el resto del
mundo y yo, pues de este modo muchos sujetos se sitúan, limitan o negocian lo
que ellos consideran idéntico o diferente a si mismos, realizando en
consecuencia lo que conocemos como política.
Cualquiera
sea nuestro grado de compromiso, nuestro campo o nuestros lineamientos, ya seamos
militantes profesionales o sencillamente simpatizantes, ciudadanos escépticos o
convictos, socialistas, social demócratas, militantes LGTB, wahabistas
takfiristas, escépticos con convicciones fluctuantes, troskistas de la organización internacional
comunista, independentistas, pablistas tercer mundistas, neo-conservadores,
autónomos, indigenistas, anticolonialistas, intocables de la bahujan samay
party, republicanos, basistas, nacional patriotas, fascistas, apolíticos,
demócrata-cristianos, mormones, promotores de la tercera via, defensores del
bienestar y la vida animal, judíos sionistas, panafricanistas, ecologistas
radicales atentos a la ecosofía, sufragistas, bolivarianos, anarquistas,
neo-nazis, republicanos, homonacionalistas o fenomenonacionalistas, trabajadores
pauperizados, liberales libertarios, monarquistas constitucionales, partisanos
del nacionalismo negro, mencheviques, budistas de la soka gakkai, abolicionistas,
militantes por los derechos civiles, dijadistas sunitas, reformadores,
activistas pro-vida, no podemos por eso sencillamente, empezar a decir
nosotros.
Y
esto es así porque lo esencial del discurso político consiste en definir lo que
entendemos por ese nosotros, es decir, cuales son nuestros derechos, nuestras reivindicaciones
legítimas o nuestra concepción del ensamblaje social; pero también la
identificación en negativo de quienes se oponen a nosotros, los enemigos a los
que designamos como ustedes o ellos.
Ahora,
haga un instante el esfuerzo de no diferenciar entre todas las congregaciones o
cofradías posibles con las que se sienta más cercano, como también de las que le
parezcan más distantes, aún quizás al punto de exóticas.
Deje
ya de hacer parte de las identidades colectivas que consideraba fundadas,
universales o serias, como de las comunidades que considere que son solo posturas
irracionales, ridículas y hasta peligrosas. Suspenda su juicio moral. Intente
entonces en el pensamiento establecer una especie de plano imaginario, en el
que también pueda considerar, aunque por separado, todo lo que habla en nombre
nuestro.
Busque así establecer entonces en el pensamiento, una suerte de plan imaginario sobre el que pueda considerar distintamente todo aquello que habla en nombre de ese “nosotros”. Ahora, haga éste ejercicio, ya que todo lo que dice "nosotros" usa de la misma persona, de ser esa persona, incluso cuando una identidad contraria a sus principios le irrita o le repugna. Diga "nosotros" con ellos.
Tomemos
en serio juntos, esta diversidad vertiginosa y esta cacofonía de pretensiones
al representarnos a nosotros mismos, que puede por otra parte parecer a los más
escépticos un signo de fanatismo o una prueba de la fantasía de todas las
proclamas identitarias.
Apostar
por la proliferación de esos nosotros divergentes o contradictorios no es
irracional, pues más bien manifiesta un rasgo noble de subjetividad: la de la
propensión a organizarse políticamente.
Entonces:
¿Qué sucede inmediatamente decimos "nosotros"? Por cierta gracia del
lenguaje que nos permite respaldar dicho pronombre, podemos pretender ser
sucesivamente de diversos lugares. Nosotros, incluido aún el de nuestro más
feroz oponente.
Nada
así de lo que se declara en nombre de un nosotros significa también nuestro
nosotros, pues este no es el mismo que el tuyo. Sabemos lo que dices, pero no
lo dices como nosotros. Lo sabemos por nuestras prácticas, nuestros usos,
nuestras ideas, que son diferentes.
Es
esto lo que somos: tanto la posibilidad de ser todos, como también una vaga
promesa en el lenguaje de la pertenencia universal, como la asignación concreta
a una identidad particular, eso que nosotros somos y que ustedes no, incluso más
cuando dices nosotros a tu manera.
Somos
entonces una especie de subjetividad plástica, lo suficientemente flexible como
para atribuirse a seres de todo tipo, pero también lo suficientemente
restrictiva como para distinguir campos distintos, dependiendo de quién sea que
use la palabra, y cómo la use.
No
hace falta ser tan ingenuos como para creer que todos los hombres que dicen ser
nosotros se refieren a algo homólogo a lo que nosotros nos referimos, porque no
se trata tampoco de pensar que ese somos, es una palabra vacía de significado
bajo la cual cada uno colocaría lo que quiere como un simple término indexal,
una palabra espejo, que se contentaría con referirse a las condiciones de su
enunciación, sobre aquellos que lo dicen y cuando lo dicen.
Y
aunque en verdad solo hubiera un nosotros, tampoco hay tantos nosotros
distintos como usos del término. Así, para no caer en una u otra de estas
trampas simétricas, es más bien necesario considerar el “nosotros” como una
forma al mismo tiempo libre y determinada, donde no es el lenguaje quien
estructura el pensar de quien la usa o quien dirige su uso sin forzarla en
absoluto, como efectivamente lo hace.
"Se
puede hablar así en su nombre de un número muy pequeño" de personas, o de
casi todas las personas, pues hay algo que en este nosotros (donde se da una
especie de resistencia interna de dicha forma ectoplasmática) sigue una lógica
propia. Pero será solo variando un gran número de ocurrencias que esta lógica
se nos hará manifiesta.
Para
entender lo que es que, nuestro asunto, por lo tanto, es necesario, contra
todas las recomendaciones del método en sociología, tratar indiferentemente la distinción
entre horda y estado. Cuanto mayor sea el número de nosotros cuya existencia
aceptemos reconocer, más nos aparecerán, discretamente, sus características
comunes, independientemente de la particularidad de cada uso que se le dé a esa
primera persona del plural.
Comprender
lo que somos en general no requiere nada más que una cualidad moral: una cierta
disposición a la empatía, que permita disminuir en uno mismo la firmeza de las
propias convicciones y sus principios, con el fin de descubrir la propia capacidad
de participar mediante el pensamiento de cualquiera comunidad. Entonces será
suficiente escuchar todo lo que se dice e imaginarnos ahí entonces cada vez que
se nombre "nosotros hermanos" o "nosotros camaradas",
nosotros, que podríamos ser al compartir las ideas y la identidad de aquellos
para incluirnos en un todo.
¿Pero por dónde empezar? Dibujemos un primer círculo, el de nosotros mismos, luego, modulemos su perímetro y movamos sus límites, para identificar de este modo, tantas manifestaciones de identidad como sean posibles en la historia reciente. Si primero definimos a todos los seres humanos por una línea imaginaria, tendremos una enorme figura inicial más o menos circular, dentro de la cual, sabemos bien que las secciones del círculo se multiplicaran.
El
circulo más destacado, en todo caso el más importante en el área, y uno de los
más presentes en los discursos políticos, es el de "nosotros los
pobres", como en Woyzeck (2), los sin tierra o los desposeídos, los
proletarios, los obreros, los explotados, los minúsculos. El nombre cambia, y a
medida que cambie, el círculo ya no será el mismo. En su forma más amplia, por
defecto, consideremos la consigna del movimiento Occupy en los Estados Unidos: "Somos
el 99%”. Esto es los sin…
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